Muchos son los que desde un principio, y ya incluso desde antes, pusieron sus esperanzas en esta suerte de "coalición progresista" que viene a ser la alianza de PSOE y Unidas Podemos en el Congreso. Podríamos hacer una lista interminable sobre la serie de traiciones cometidas por el PSOE, pero de eso ya se han encargado nuestros compañeros del PCTE con un buen análisis histórico desde el Golpe de Estado del coronel Casado que puso fin a la República y la victoria de las tropas franquistas, hasta el "OTAN de entrada no" pero luego sí. Por no hablar de la escasa oposición y presencia de dicho partido durante la dictadura, que correspondió casi exclusivamente al PCE y CCOO.
Algunos han visto en dicho pacto una manera de hacer frente a la ultraderecha creciente de VOX y frente a esa reacción, los nuevos socialdemócratas de Unidos Podemos y los capitalistas de toda la vida como el PSOE, han decidido unir sus fuerzas en pos del progresismo y la defensa de la democracia y las libertades clásicas liberales, eso sí, sin poner en jaque los intereses de la burguesía, como ahora pasaremos a desgrosar.
Resulta curioso observar la evolución lógica de un Podemos, que si bien en un momento abogaba por asaltar los cielos, luego se ha ido relajando en la mayoría de sus posturas. Una de ellas, el republicanismo, la propia Irene Montero, que ocupa el Ministerio de Igualdad en el actual Gobierno y que es la esposa del actual Vicepresidente, el señor Pablo Iglesias, comentaba hace poco en una entrevista que el mejor representante de los valores republicanos es el rey Felipe VI. Un poco contradictorio el mensaje, pero no me extraña nada viniendo de Podemos, pues no son capaces de legitimar sus propios mensajes y reivindicaciones, que desde un primer momento nos sonaron a quienes tenemos algo más de trayectoria en la política, y especialmente desde el marxismo, a meras frases huecas, vacías, puro fariseísmo político.
Podemos ha ido relajando sus posturas para favorecer la coalición con su nuevo socio de gobierno hasta el punto de que ha abandonado sus objetivos más lógicos y principales, no vaya a ser que éstos se enfaden y echen a perder las condiciones de la alianza. Condiciones que, en definitiva, se pueden resumir en no descontentar los intereses de la patronal y empresarios y seguir estafando cuánto más mejor al conjunto de los trabajadores. Una de estas medidas que nos han dejado a todos boquiabiertos ha sido la política de las Casas de Apuestas de Alberto Garzón, el cual previamente a ocupar el cargo del Ministerio de Consumo se comprometió a clausurar los salones de juegos y las casas de apuestas, y al llegar al poder nos encontramos con todo lo contrario, no sólo no ha hecho nada por no cerrar dichas casas de apuestas que suponen un negocio a costa de desangrar a las familias trabajadoras, sino que pretenden engañarnos y reírse en nuestra cara con tal de no reconocer que ha permanecido servil a los intereses de estos nuevos lobbies económicos.
Es cierto que en el capitalismo, desde las propias posturas del economista Keynes, no se pueden adoptar un conjunto de medidas radicales, que como la propia etimología latina indica, no es más que ir a la solución del problema. Aplicar medidas sin derogar la estructura social existente, es decir, el modelo económico capitalista, se queda en mero reformismo e intervencionismo del Estado en la economía, una medida clásica que encarna a la perfección los valores socialdemócratas, pero que a nosotros los comunistas sinceramente se nos queda corto.
No queremos un gobierno de uno u otro signo que gestione los asuntos de la administración capitalista y los intereses de esta clase. De poco nos sirve que el partido A se diferencie con el B en tal cosa si al final ambos coinciden en seguir manteniendo el mismo orden de las cosas y en definitiva hacer un cambio de gabinete pero no un cambio real, ni efectivo en la administración del Estado.
Si Garzón sabía que podría encontrarse con la retención de los propietarios de las Casas de apuestas a la hora de aplicar sus medidas tenía que haber sido claro y no engañar a la gente con falsas ilusiones. Hubiera sido claro desde un principio al decir que sus medidas no se podían llevar a cabo sin más dilación, pero al menos no jugaba con los sentimientos de mucha gente de extracción obrera que han sido engañados con sus frases huecas. O podría haber hecho justo lo contrario y haber cumplido sus palabras, haber clausurado las casas de apuestas para siempre y haberse enfrentado a los propietarios de los salones de juego. Pero siendo sinceros, esto no es algo que hubiera pasado porque Alberto Garzón como buen gestor de la socialdemocracia, no busca alterar el orden de cosas existentes, sino mantenerlo por medio de algunas reformas y concesiones temporales, desilusionando a los trabajadores y haciéndoles creer que la pervivencia de este sistema - reformado o no- les puede servir realmente a sus intereses.
Un socialdemócrata nunca aspira al derrocamiento del Estado ni el gobierno, sino que se conforma sólo con administrarlo, así nos lo demuestra la experiencia histórica a los comunistas, a lo largo de los gobiernos que se han venido sucediendo en el siglo XX o así con más cercanía en el tiempo, el partido hermano de Podemos en Grecia, Syriza, que ha participado de igual manera en la represión contra su propio pueblo que se manifestaba pacíficamente contra las gestiones de un gobierno servil al capitalismo y el imperialismo de la UE. Quienes hemos visto eso sabíamos que no podíamos esperar en la coalición de gobierno PSOE-Unidas Podemos gran cosa, primero porque conocíamos la trayectoria del PSOE desde lejos (desde antes de los GAL) y segundo porque conocíamos las intenciones de la nueva socialdemocracia de Podemos. Un PSOE que equivale al Partido Progresista de Sagasta de la Restauración enfrentado contra el PP, que podría ser lo más parecido al Partido Conservador de Antonio Cánovas del Castillo. Un sistema político basado en el caciquismo, la corrupción de las élites políticas y económicas, el turnismo pacífico, la alternancia en el poder de ambos partidos (como el modelo británico parlamentario del Partido Laborista y el Partido Conservador) y en definitiva del sistema bipartidista. No obstante, en los últimos años estas cosas han parecido cambiar con la irrupción en el sistema de otras fuerzas políticas que complementan en algún aspecto a las anteriores, pero que también les hacen la competencia en la gestión de los asuntos capitalistas.
PP, Ciudadanos y VOX vendrían a reforzar el bloque de las derechas, mientras que IU, PODEMOS (Unidas Podemos) y PSOE vendrían a engrosar las filas de la izquierda reformista clásica y el centro socialdemócrata. Izquierdas y derechas, como vemos, con sus diferencias, sus pros y sus contras, pero todos con una cosa en común: ninguno de ellos cuestiona el régimen capitalista — ni siquiera el PCE que se encuentra dentro de IU y que se supone un Partido Comunista marxista-leninista según su último congreso, lo cual es todavía más doloroso en nombre de un partido que se apropia falsamente de las siglas políticas para actuar de la manera totalmente contraria—. Esto al PCE le viene ocurriendo desde la gestión carrillista de 1960, que abogó por el eurocomunismo, abandonando el internacionalismo y el apoyo a la Unión Soviética, referente mundial del comunismo. El eurocomunismo, como el nuevo trotskismo, la nueva fiebre revisionista que arrastró a gran parte de los partidos comunistas europeos de entonces, también el italiano y el francés, y que tanto daño ha arrastrado a nuestros días.
Algunos han visto en dicho pacto una manera de hacer frente a la ultraderecha creciente de VOX y frente a esa reacción, los nuevos socialdemócratas de Unidos Podemos y los capitalistas de toda la vida como el PSOE, han decidido unir sus fuerzas en pos del progresismo y la defensa de la democracia y las libertades clásicas liberales, eso sí, sin poner en jaque los intereses de la burguesía, como ahora pasaremos a desgrosar.
Resulta curioso observar la evolución lógica de un Podemos, que si bien en un momento abogaba por asaltar los cielos, luego se ha ido relajando en la mayoría de sus posturas. Una de ellas, el republicanismo, la propia Irene Montero, que ocupa el Ministerio de Igualdad en el actual Gobierno y que es la esposa del actual Vicepresidente, el señor Pablo Iglesias, comentaba hace poco en una entrevista que el mejor representante de los valores republicanos es el rey Felipe VI. Un poco contradictorio el mensaje, pero no me extraña nada viniendo de Podemos, pues no son capaces de legitimar sus propios mensajes y reivindicaciones, que desde un primer momento nos sonaron a quienes tenemos algo más de trayectoria en la política, y especialmente desde el marxismo, a meras frases huecas, vacías, puro fariseísmo político.
Podemos ha ido relajando sus posturas para favorecer la coalición con su nuevo socio de gobierno hasta el punto de que ha abandonado sus objetivos más lógicos y principales, no vaya a ser que éstos se enfaden y echen a perder las condiciones de la alianza. Condiciones que, en definitiva, se pueden resumir en no descontentar los intereses de la patronal y empresarios y seguir estafando cuánto más mejor al conjunto de los trabajadores. Una de estas medidas que nos han dejado a todos boquiabiertos ha sido la política de las Casas de Apuestas de Alberto Garzón, el cual previamente a ocupar el cargo del Ministerio de Consumo se comprometió a clausurar los salones de juegos y las casas de apuestas, y al llegar al poder nos encontramos con todo lo contrario, no sólo no ha hecho nada por no cerrar dichas casas de apuestas que suponen un negocio a costa de desangrar a las familias trabajadoras, sino que pretenden engañarnos y reírse en nuestra cara con tal de no reconocer que ha permanecido servil a los intereses de estos nuevos lobbies económicos.
Es cierto que en el capitalismo, desde las propias posturas del economista Keynes, no se pueden adoptar un conjunto de medidas radicales, que como la propia etimología latina indica, no es más que ir a la solución del problema. Aplicar medidas sin derogar la estructura social existente, es decir, el modelo económico capitalista, se queda en mero reformismo e intervencionismo del Estado en la economía, una medida clásica que encarna a la perfección los valores socialdemócratas, pero que a nosotros los comunistas sinceramente se nos queda corto.
No queremos un gobierno de uno u otro signo que gestione los asuntos de la administración capitalista y los intereses de esta clase. De poco nos sirve que el partido A se diferencie con el B en tal cosa si al final ambos coinciden en seguir manteniendo el mismo orden de las cosas y en definitiva hacer un cambio de gabinete pero no un cambio real, ni efectivo en la administración del Estado.
Si Garzón sabía que podría encontrarse con la retención de los propietarios de las Casas de apuestas a la hora de aplicar sus medidas tenía que haber sido claro y no engañar a la gente con falsas ilusiones. Hubiera sido claro desde un principio al decir que sus medidas no se podían llevar a cabo sin más dilación, pero al menos no jugaba con los sentimientos de mucha gente de extracción obrera que han sido engañados con sus frases huecas. O podría haber hecho justo lo contrario y haber cumplido sus palabras, haber clausurado las casas de apuestas para siempre y haberse enfrentado a los propietarios de los salones de juego. Pero siendo sinceros, esto no es algo que hubiera pasado porque Alberto Garzón como buen gestor de la socialdemocracia, no busca alterar el orden de cosas existentes, sino mantenerlo por medio de algunas reformas y concesiones temporales, desilusionando a los trabajadores y haciéndoles creer que la pervivencia de este sistema - reformado o no- les puede servir realmente a sus intereses.
Un socialdemócrata nunca aspira al derrocamiento del Estado ni el gobierno, sino que se conforma sólo con administrarlo, así nos lo demuestra la experiencia histórica a los comunistas, a lo largo de los gobiernos que se han venido sucediendo en el siglo XX o así con más cercanía en el tiempo, el partido hermano de Podemos en Grecia, Syriza, que ha participado de igual manera en la represión contra su propio pueblo que se manifestaba pacíficamente contra las gestiones de un gobierno servil al capitalismo y el imperialismo de la UE. Quienes hemos visto eso sabíamos que no podíamos esperar en la coalición de gobierno PSOE-Unidas Podemos gran cosa, primero porque conocíamos la trayectoria del PSOE desde lejos (desde antes de los GAL) y segundo porque conocíamos las intenciones de la nueva socialdemocracia de Podemos. Un PSOE que equivale al Partido Progresista de Sagasta de la Restauración enfrentado contra el PP, que podría ser lo más parecido al Partido Conservador de Antonio Cánovas del Castillo. Un sistema político basado en el caciquismo, la corrupción de las élites políticas y económicas, el turnismo pacífico, la alternancia en el poder de ambos partidos (como el modelo británico parlamentario del Partido Laborista y el Partido Conservador) y en definitiva del sistema bipartidista. No obstante, en los últimos años estas cosas han parecido cambiar con la irrupción en el sistema de otras fuerzas políticas que complementan en algún aspecto a las anteriores, pero que también les hacen la competencia en la gestión de los asuntos capitalistas.
PP, Ciudadanos y VOX vendrían a reforzar el bloque de las derechas, mientras que IU, PODEMOS (Unidas Podemos) y PSOE vendrían a engrosar las filas de la izquierda reformista clásica y el centro socialdemócrata. Izquierdas y derechas, como vemos, con sus diferencias, sus pros y sus contras, pero todos con una cosa en común: ninguno de ellos cuestiona el régimen capitalista — ni siquiera el PCE que se encuentra dentro de IU y que se supone un Partido Comunista marxista-leninista según su último congreso, lo cual es todavía más doloroso en nombre de un partido que se apropia falsamente de las siglas políticas para actuar de la manera totalmente contraria—. Esto al PCE le viene ocurriendo desde la gestión carrillista de 1960, que abogó por el eurocomunismo, abandonando el internacionalismo y el apoyo a la Unión Soviética, referente mundial del comunismo. El eurocomunismo, como el nuevo trotskismo, la nueva fiebre revisionista que arrastró a gran parte de los partidos comunistas europeos de entonces, también el italiano y el francés, y que tanto daño ha arrastrado a nuestros días.
Solamente un Partido, y con el suficiente peso parlamentario, ya que hay muchas otras fuerzas comunistas aunque sin representación, ha decidido plantarle cara al capitalismo y oponerse a la gestión de los intereses de los capitalistas, buscando en cambio imponer medidas creadas por y para la clase trabajadora. Ese partido es el PCTE, que ha salido bastante reforzado de sus pugnas internas tras la escisión del PCPE de Carmelo Suárez, lo que no ha hecho más que beneficiarle como partido y hacerle más fuerte al haberse librado de las cargas de una facción que obstaculizaba el desarrollo de determinadas campañas. Al haberse liberado de las lastras que suponían esta facciones en torno a un partido de nuevo cuño han logrado desentenderse de todo lo anterior y poder seguir un rumbo propio. De hecho, creo que no hay mejor nombre para la revista que éstos editan, y que de hecho se llama Nuevo Rumbo.
En definitiva, y por no enrollarme más, seguiremos a la espera de las medidas de este gobierno socialdemócrata en el cual no confiamos en absoluto, y a la vanguardia de la oposición comunista como no corresponde de otra manera a un partido que se supone representante de los intereses de la clase trabajadora.
Salud y socialismo.
En definitiva, y por no enrollarme más, seguiremos a la espera de las medidas de este gobierno socialdemócrata en el cual no confiamos en absoluto, y a la vanguardia de la oposición comunista como no corresponde de otra manera a un partido que se supone representante de los intereses de la clase trabajadora.
Salud y socialismo.
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