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Transcripción del coloquio sobre Tendencias Historiográficas, del positivismo a las perspectivas actuales.


"Tendencias historiográficas, del positivismo a las perspectivas actuales". Videoconferencia de Carlos Barros Guimeráns, para la Universidad Autónoma de Chihuahua (México), 29 de agosto de 2011. Historia Debate.


Tendencias Historiográficas.

"La Historia es una de las disciplinas académicas más antiguas, más de 100 años de Historia detrás de este esfuerzo por reconstruir el pasado desde cada presente que nos ha tocado vivir.

La Historia, como disciplina académica, tiene su Prehistoria, los tiempos a mediados del siglo XIX en que la Historia y la ficción caminaban de la mano. A partir de ese momento, se producen cambios sustanciales en el acercamiento al pasado, que exigen un esfuerzo historiográfico de análisis.

La Historiografía es el estudio de la evolución de la Historia, como saber, disciplina y ciencia de los historiadores, sus escuelas, sus tendencias, sus paradigmas, porque la historia que se escribe es hija de su tiempo.

Se dice que cada generación reescribe la Historia a su manera, no se puede entender la disciplina histórica, humanística y científica como un corpus cerrado. La primera revolución paradigmática que vivió nuestra disciplina, tuvo lugar a fines del XIX, con L. Von Ranke en Alemania y Seignobos y Langlois en Francia. Esta primera visión científica de la Historia (positivista) lo consiguió separando el rigor de la ficción, la ciencia de la novela, reconstruyendo el pasado por medio de documentos, atendiéndonos a los datos.
"La Historia se hace con documentos" y mucho más, esta verdad fue un gran avance en su tiempo al transformar la ficción novelística en rigurosidad científica y académica por medio de la profesionalización de la Historia. Los aportes del positivismo siguen presentes como primer paso de la disciplina histórica. La Historia se volcaba en la investigación de las actividades políticas, los acontecimientos, las batallas con un estilo exclusivamente narrativo: historia militar, diplomática, institucional o jurídica. El historiador positivista pese a su afirmación de imparcialidad y objetividad, se encontró comprometido con su tiempo histórico, nace en la formación de los grandes Estados-nación y con la proyección nacionalista, centrando el sujeto de la Historia en los grandes personajes, las grandes figuras, grandes políticos y estadistas así como los grandes generales.

La segunda revolución historiográfica sufrida en nuestra disciplina, vino de mano de las escuelas renovadoras del siglo XX, principalmente de los Annales en Francia y el materialismo histórico, más centrado a partir de los años 60-70 en la historiografía inglesa, ambas con repercusión internacional, aunque el marxismo, por su proyección política en el conjunto de las ciencias sociales, estuvo presente en las universidades del siglo XX y no únicamente como disciplina histórica, en todo el mundo occidental.

De Annales y el marxismo aprendimos a investigar, no solo las actividades políticas de las sociedades históricas, sino también aquellas actividades económicas y sociales, pasando de una historia puramente descriptiva a una historia más reflexiva que ponía el acento en un sujeto colectivo, la sociedad como protagonista del devenir histórico, lo que se conocía como las masas y el pueblo.

Según Marc Bloch: "La Historia es el estudio de los hombres en el tiempo", para distinguirse de la historia de los grandes personajes de L. Von Ranke. En esa historia económica y social se formó buena parte de los historiadores de los años 60 y 70, comprometidos con el momento que les tocó vivir en torno a las revueltas derivadas del Mayo del 68. Estas generaciones formadas en Annales y el marxismo intentaron optar por un enfoque total, en una historia que no fuese solo social, política, económica, cultural y de mentalidades, sino que albergara todo un conjunto y el enfoque global de un pasado y unos procesos históricos comunes para todo el mundo.

Así como que la Historia no se hace solo con documentos sino también con reflexiones e interpretaciones, se valoró la importancia de la teoría en la Historia. Se redefinió con claridad el compromiso político del historiador con respecto a la sociedad civil, ubicando el estudio de la Historia en el pasado para comprender críticamente el presente y construir un futuro mejor, que para el marxismo era el socialismo y para Annales, según el propio Marc Bloch, una sociedad más justa. La utilidad social de la Historia condicionó el abandono de aquella Historia basada en las grandes figuras, sino principalmente de los grandes sujetos sociales que trataban de reformar la Historia en un sentido progresista.

Estos tres grandes objetivos: historia total, historia teórica y una historia comprometida social y políticamente, quedó en gran medida incumplida. A fines del siglo XX, previo a la caída del Muro de Berlín, se produce una crisis irreversible del marxismo y el conjunto de las ciencias sociales que arrastra a todas las tendencias y escuelas que se inspiraban de alguna manera en el materialismo histórico, y que tenían una vocación de ciencia social, comprendiendo el oficio del científico social como servicio a una sociedad que buscaba una transformación progresista.

La herencia de esas corrientes historiográficas de los años 60 y 70, es uno de los temas en boga de cara a la labor de construcción historiográfica en el siglo XXI. Siguiendo un camino propio a partir de la matriz inicial que supuso el positivismo y más tarde la historia económica y social de Annales y el marxismo, se prefiere las carreras individuales y los propios caminos. En la última década del siglo XX y en la inicial del siglo XXI, se pasa de la crisis de la Historia como disciplina, que coincide con una crisis de la Historia mundial en el sentido más estricto del término. Este auténtico cambio de civilización, una transición de un siglo marcado por la revolución de octubre de 1917 en Rusia y que termina con la caída del Muro de Berlín en 1989, así como de los modelos de eficicación socialista en 1991, suponiendo una crisis de identidad, y el triunfo del capitalismo sobre el socialismo.

La crisis desaparece con la aparición de nuevas tendencias de manera poco percibida, generándose un campo historiográfico, caracterizado en cuatro grandes tendencias, pudiendo englobarse cada historiador, tanto en una como en otras. La destrucción de los grandes paradigmas, la Nueva Historia (Nouvelle Histoire) supone una de las primeras crisis de identidad, produciendo una fase de rivalidad de tendencias en un momento de desequilibrio. Los acontecimientos políticos desde la caída del Muro de Berlín en 1989 no han cumplido los designios de quienes vaticinaban en sus escritos el fin de la Historia, sino que cada vez más suceden hechos de gran trascendencia en el siglo presente. Difícilmente esta rivalidad de paradigmas historiográficos debe lograr la búsqueda del consenso. De estas cuatro grandes tendencias, se reconocen dos tipos: de un lado aquellas que consideran que la historiografía del siglo XX y su revolución científica fue un fracaso, y aquellos que reconocen la labor y los avances cosechados por Annales y el marxismo, que tuvieron en cuenta las propuestas iniciales del positivismo, la escuela hegemónica anterior.

Aquellos que predican el retorno al positivismo de los años 90 y aquellos que coinciden con el enfoque posmoderno aplicado al conjunto de las Humanidades y las ciencias sociales. En ambos casos, ni siquiera se menciona la experiencia cosechada por los historiadores de los 60 y 70, el retorno a Von Ranke. Supone epistemológicamente reducir la experiencia del historiador de oficio a la actividad de archivo y el trabajo con documentos. En un momento de crisis y ante el desencanto con las enseñanzas del marxismo y de Annales queda como identidad profesional aquel historiador que usa documentos siendo lo demás algo secundario o menos válido. Indudablemente, no hay ningún historiador de oficio que no esté de acuerdo en la importancia de los documentos, pero planteado así supone una marcha atrás en la elaboración de la disciplina histórica.

Supone un retorno al positivismo y temas de investigación como el auge de las biografías, centradas en el mayor de los casos en los grandes próceres de la Historia, además de un regreso a la historia de lso grandes hombres de L. Von Ranke y la historiografía decimonónica de origen alemán. En el otro extremo tampoco se considera la aportación de Annales o el marxismo a la historiografía y cuando se hace es en un sentido negativo por parte de una historia posmoderna que no goza de gran influencia entre los profesionales de la historia y los ambientes académicos, pero jugando un papel importante en el mundo anglosajón y las universidades latinoamericanas que tienen contactos con el mundo académico norteamericanos en temas prácticos e interesantes como el giro lingüístico, estudios culturales pero sobretodo la aportación de tipo teórico y filosófico que viene a redefinir la historia como un apartado de la ficción. Desde Wilde se viene afirmando que entre Historia y ficción no existen diferencias cualitativas, que el escritor de ficción no se distingue con el historiador que a su vez hace una historia a la medida de su propia subjetividad, infravalorando todo aquello que significaron los aportes del positivismo, así como el marxismo y Annales, a la hora de realizar una Historia rigurosa, científica y social.


También el posmodernismo como teoría del desencanto, anterior a la caída del Muro pero que se expande paralelamente a la proclamación del "fin de la Historia" y al neoconservadurismo de los años 90 y principios del siglo XXI. Una propuesta que llega a la historia, sino desde la filosofía, sí a través de la teoría y la crítica literaria cuestionando el carácter científico de la ciencia, teoriza la fragmentación como consecuencia de la especialización de nuestra disciplina el estado ideal de nuestros estudios, naturalmente es contrario a la idea de que el historiador debe analizar el pasado para comprender el presente y construir un futuro mejor, es contrario a la idea de compromiso a partir del momento que entiende que ese compromiso está vinculado a la idea de la modernidad, la cual entiende que la modernidad fracasó, y que como todo muerto debe ser sepultado y no tratar de resucitarlo, como todavía intentan diversos sectores y sociedades en todos los continentes, siendo ese el gran problema de la propuesta posmoderna, que olvida que las sociedades civiles quieren más modernidad y no menos, pese a los fracasos anteriores naturalmente de los que hay que aprender. [...]"

https://www.youtube.com/watch?v=yKOB_aROfCAConferencia CARLOS BARROS GUIMERÁNS

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